Hace unos meses pasé por delante de un
sanatorio mental. Uno de esos sitios tétricos que antes se llamaban psiquiátricos.
Aparentemente, para dar un lavado de cara, los responsables de la institución
están llevando ciertas políticas de acercamiento a la población. En particular,
éste tiene un cierto número de celdas que dan directamente a la calle.
Yo pasaba de madrugada con el coche cuando de
repente una rueda se desprendió de mi vehículo. Algún malnacido había intentado
robarme la rueda pero no había podido con el tornillo de seguridad. Lo peor de
que te intenten robar el neumático es que en mi coche no tengo tuercas extra.
Si una rueda pincha los tornillos permanecen allí. Llamar al seguro a esas
horas fue una pesadilla. Cuando conseguí que me atendiesen no me aseguraron que
alguien pudiera presentarse antes de la mañana siguiente. Pegué un grito de
frustración.
Uno de los internos se asomó por la ventana y
se interesó por mi situación. Le expliqué lo sucedido y él rápidamente me dijo
que podía quitar un tornillo de las tres ruedas restantes y con tres anclajes por
neumático el vehículo aguantaría. Le dije:
- Piensas muy rápido para estar encerrado por
loco.
- ¿Quién te ha dicho que esté encerrado por
loco?
Me despedí de él sin comprender del todo qué
quería decirme y continué mi camino.
Hoy he vuelto al lugar en cuestión pero mi
amigo ya no estaba allí. En cuanto me acerqué otro interno me recibió con
insultos y lanzándome excrementos. Me acerqué a recepción a preguntar por mi
nuevo amigo. Ellos me comunicaron que la dirección ya no dejaba a los reclusos
más peligrosos en las habitaciones que daban a la calle. Sólo entonces entendí
por qué estaba encerrado.
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